domingo, 4 de febrero de 2007

Poesía en las aulas: una anécdota para el recuerdo


Saber muchas cosas, eso es el gusto, dicen los maestros, ya que las palabras
del poeta van en todas direcciones. Ya se ha dicho: su palabra, no se sabe cómo,
se esparce poco a poco en un ámbito que aún no ha sido pisado.
Esto es lo propio del poeta: aquel cuyas palabras van en todas direcciones.

-
RAJASEKHARA en la Kavyamimamsa (final del siglo IX o principios del X)-



Cambio el registro radicalmente para referirme a una de mis últimas vivencias como poeta de esta villa.

Al margen de mi discreción, mi presumible humildad o la pretendida privacidad que procuro mantener en mi existencia cotidiana, a mi ya irrevocable afición a juntar letras va unida, como una sombra con la que prefiero llevarme lo mejor posible, mi imagen pública, que se mueve y se abre paso por su cuenta.

Nunca he ido de anónimo por la vida, porque incluso ir de anónimo me parece un cante. Así que lo que no me gusta es dar el cante. Pero ya voy teniendo una edad (qué tópica es esta frase y a la vez qué poética) y, después de tres modestos libros en los escaparates, en los últimos años me han buscado alguna que otra vez para hacer una lectura, someterme a una entrevista o colaborar en una publicación.

Y ha habido de todo, lo confieso. A veces me han propuesto intervenciones que me han supuesto más enfosco que satisfacción. Pero este año lo he comenzado viviendo una aventura que merece destacarse más que cualquier otra de entre las varias que he vivido hasta ahora como consecuencia de esa imagen oficial como poeta. No ha de ser muy mala esa imagen cuando es capaz de recompensarme tanto.


Desde la Consejería de Educación se puso en marcha, a principios del curso pasado, un programa denominado Escritores en el Aula -cuyo sólo nombre nos orienta sobre sus objetivos- destinado a alumnos del tercer ciclo de Enseñanza Primaria; es decir, a niños de entre diez y doce años. Este curso, los responsables de ese plan han decidido darle continuidad y, para mi sorpresa, han querido también contar conmigo para, junto a otros catorce narradores y poetas de la región, visitar una serie de colegios y compartir con los alumnos unas cuantas lecturas literarias. Cinco centros para cada autor y tres sesiones en cada centro a lo largo del presente ejercicio. En total, quince visitas de las que ya he realizado cinco; la última, el jueves pasado en el colegio Juan de la Gloria Artero, en Bullas. En días anteriores visité los colegios Cierva Peñafiel de Murcia, Juan XXIII de Las Lumbreras (Monteagudo), Nuestra Señora de la Fuensanta de La Algaida (Archena) y Santo Domingo y San Miguel de Mula.

Lo sé a ciencia cierta: en todos ellos la experiencia ha sido un éxito. Los alumnos y yo hemos compartido momentos que son ya inolvidables. Así de claro y así de rotundo. Como prueba de ello, me gustaría compartir con quienes lean estas líneas una anécdota que a buen seguro les ayudará a ponerse en mi lugar en tan extraordinaria empresa. Ocurrió en la mañana del pasado jueves, 1 de febrero, en el primer colegio que arriba he mencionado. Aquel día me acompañó a Bullas, pueblo al que me unen innumerables recuerdos de adolescencia y juventud, la periodista de Onda Regional Marta Ferrero, quien dirige un programa radiofónico (también auspiciado por la Consejería) denominado La tribu imaginaria, a fin de grabar la sesión y entrevistar a los alumnos.


Dado que también soy músico, desde un principio me propuse ejercer esta actividad combinando la poesía con la ilustración musical; así que, como ya he hecho otras veces en lecturas oficiales para un público generalmente mucho más adulto, decidí incluir una banda sonora en algunos de los poemas que elegí para llevar a cabo la misión; algo así como escoger un marco para una pintura que nos gusta. Ello -pensé- me serviría tanto para crear un clima o un ambiente que contribuyeran a centrar la atención en un poema concreto, como de excusa para requerir la ayuda de los niños y hacerlos más partícipes de lo que allí fuese ocurriendo. Para leer El abogado de los árboles, por ejemplo, que es uno de los poemas que más les ha llegado, me acompaño de la guitarra y de la armónica con un fondo de blues; y para ilustrar un poema breve, La diosa gris, les pido a los alumnos que colaboren y reparto entre los voluntarios una serie de pitos, reclamos de animales y sonajeros para crear una atmósfera selvática con un fondo de lluvia.


Nunca me limito a leer e ilustrar el poema y santas pascuas, sino que introduzco comentarios sobre qué me impulsó a escribirlo, cómo me llegó la inspiración o qué entendí y sentí en el momento de hacerlo. Aclarado lo cual paso por fin a comentar la anécdota, que a buen seguro hará reflexionar a más de uno.

Ya al final de la sesión, tras leer unas coplas acompañándome a la guitarra con unos simples acordes de reminiscencias flamencas, le llegó el turno a la última, una letra que dice:


La palmera y el ciprés
llevan juntos veinte años
sin preguntarse por qué.

Por lo que aproveché para soltar una retahíla sobre la convivencia más o menos con estas palabras:

-Esta copla la escribí después de ver una estampa típica de la huerta: una palmera y un ciprés creciendo juntos en un huerto o a la puerta de una casa. Me dije: qué diferentes son y, sin embargo, qué unidos se les ve. Y me puse a pensar en lo difícil que es entre los seres humanos la convivencia; con qué facilidad nos enfadamos con nuestro compañero de pupitre, o discutimos con nuestros hermanos, nuestros padres y nuestros amigos, o despreciamos e insultamos a quien nos viene en gana por el sólo hecho de no ser como nosotros... ¡Cuando no hacemos otras cosas muchísimo peores!
Algunos niños se apresuraron a decir:
-¡Mis abuelos están siempre discutiendo!
-¡Mis vecinos y mis padres no se hablan!
Con lo que me dieron pie para seguir con mi razonamiento:
-Por eso, entre otros muchos motivos, me llaman tanto la atención las plantas... Porque, a pesar de ser tan distintas unas de otras, son capaces de nacer y crecer juntas, de hacerse compañía sin necesidad de discutir, ni de lanzarse reproches, ni de chincharse por nada...
En ese momento, una niña pidió tímidamente la palabra y apuntó:
-Y a lo mejor, por debajo de la tierra, con las raíces se dan la mano...

Raíces que se dan la mano bajo tierra... ¿Es o no poética esa imagen? Ahora, que cada cual saque sus conclusiones. Yo me despido con un ¡vivan los niños! y citando de nuevo a Rajasekhara:


Así pues, el poeta didáctico y el poeta lírico tienen el mismo valor, y apreciamos
en ambos la facultad que tienen de solicitarse y de ayudarse mutuamente.
Un condimento didáctico favorece la poesía, mientras que una tendencia
exclusivamente didáctica la entorpece. Asimismo, un condimento
de poesía contribuye a madurar el enunciado didáctico, mientras
que una tendencia exclusivamente poética lo obstaculiza.

2 comentarios:

Sintagma in Blue dijo...

Qué experiencia más hermosa. Los chavales también están desmotivados porque el sistema educativo es un horror. Claro que, el que vivimos nosotros era aún peor y sobrevivimos!

besos

Sebastián Mondéjar dijo...

Sintagma in Blue: muchas gracias por tu comentario. Realmente, la experiencia está siendo fascinante. Tienes razón con lo de nuestra educación... Pero pienso que, en estos tiempos, la mala educación tiene muchísimo más delito.

Me daré unas vueltas muy, muy "despacico" por tus blogs y por tu web...

¡Besos también para ti...!

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