jueves, 24 de septiembre de 2009

En el 50 aniversario del nacimiento del poeta José Antonio Martínez Muñoz [y 2]




Sostiene que un fósil no es una piedra, sino una criatura animada,
suspendida en una vida más lenta, más leve, más larga.

-JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ MUÑOZ-


Como decíamos ayer, nuestro amigo José Antonio ha alcanzado la mayoría de edad. A estas alturas de la evolución deberían darnos el DNI cuando cumplimos los cincuenta. Ahí sí que no hay vuelta de hoja: somos ya nosotros por entero.

Pero el Chota tenía ya cien siglos cuando lo conocí, allá por 1974, en la playa de Villananitos de Lo Pagán, dos o tres meses antes de que cumpliera sus quince años de estancia en esta vida. Acumulaba, pues, 10.014 años de experiencia vital. Para mí fue providencial. Hoy, quienes lo conocemos bien hemos aprendido a disimularla con cierta naturalidad, pero en aquella época era muy grande la emoción que me invadía al estar junto a él, cuatro años más joven que yo, y compartir entre lentos baños, anchas noches y largas caminatas, su sabio humor, su verbo ágil y claro, su inteligencia antigua... Y poesía, y cerveza, y música, y mojitos (sí, el mojito también me lo descubrió él). Y muchas, muchas, muchas, sonoras carcajadas junto al mar.

Así que José Antonio se nos ha hecho mayor, pero sólo un poco más de lo que ya era.

El domingo pasado nos convocó a un nutrido grupo de amigos, familiares, compañeros, poetas, políticos y sindicalistas en el Café-Bar El Secreto para regalarnos, como preludio a su cincuenta aniversario, un libro precioso con todas sus "traiciones", esto es, sus traducciones (ya hablaremos en otro momento de ese libro). Tanta generosidad y tanta elegancia no se acumulan en una sola vida.

Quién, sino alguien que ha venido al mundo muchas veces, podría escribir versos como estos:

hay un parentesco de la vida
con lo inerte

algo cosanguíneo

lo sé

cada vez que estoy
no exactamente vivo


[El viento de la Gehena, Bartleby Editores, Madrid, 2005]

O como estos:

Cuanto iba a decir estaba dicho.
(Cuanto iba a vivir estaba vivido.)

Apagó la luz en silencio.


[la lluvia en el cristal, Nausícaä, Murcia, 2000]

O como estos otros (el poema original no lleva puntos, sino espacios, pero es que no puedo, o no sé, transcribirlo de otra forma):

lento                   silente
           como un varano viejo
                            el mundo      sigue


[nada, nadie, La Poesía, señor hidalgo, Barcelona, 2002]
Y no digamos estos:

uno se agarra a las palabras
y mantiene la apuesta

porque el peso del mundo es amor
y se deja sentir el peso del mundo en el alma


[Uno, Editora Regional de Murcia, 2003]


Y volviendo a la Gehena:

fui humus fui tierra almagra
tuve en mis manos las manzanas doradas de una nemorosa
tierra donde las ninfas gobiernan y crían juntos osos y conejosmis manos se tintaron de sangre y mi frente de una estrella almagra

fui humus fui adama
crucé innumerables veces el piélago de anchas espaldas

en tierra alguna fui extranjero y nunca escuché lengua
que sus pulsos no me desvelara
dancé en el aire la danza de la ceniza escribí en los papiros
las cifras del alma

[El viento de la Gehena, Bartleby Editores, Madrid, 2005]


Amigo José Antonio, que sigas cumpliendo siglos. Ya sólo te falta medio para los CI. Difícilmente podríamos alcanzarte; pero sin ti la vida no sería la misma ni habría merecido tantísimo la pena.

1 comentario:

Blanca Andreu dijo...

Sebastián: ya he regresado. Me gustan mucho los fragmentos y poemas que has elegido de José Antonio Martinez Muñoz.

Antonio Gómez Ribelles: 'Las lagartijas guardan los teatros' (La Estética del Fracaso, Cartagena, 2021)

  La arqueología de la memoria Aquel largo pasillo desemboca  en una habitación igual a tantas  que no existen [Manuel Padorno] También hici...