domingo, 31 de enero de 2010

Regreso



En verdad, amigos, los poemas de Szymborska y Valéry fueron toda una premonición: el mundo se detuvo y lo envolvió el silencio. Hace unas semanas comencé a redactar una entrada para tratar de justificar todo este tiempo de ausencia, pero tuve que desistir. ¿Cómo escribir desde el silencio? No desde un silencio puntual, interesado, propio..., sino desde el silencio del mundo, el silencio de todo, que no admite insurrección, ni justificación, ni insistencias, ni dudas; un muro de silencio..., un silencio de muro infranqueable, niebla muda de luz petrificada ante la que todo atisbo de razón, toda suerte de razonamiento, resulta una obviedad; un silencio que enmudece cualquier grito, cualquier conato de voz, incluso cualquier otro asomo de silencio. Cuando el mundo se calla, todo se calla, y es preferible esperar a que el mundo hable de nuevo por sí solo.

Lo cierto es que, en los últimos cuatro o cinco años, mis fases de silencio, o, mejor dicho, las fases en que he sentido ese silencio, han sido cada vez más frecuentes y duraderas. En todo este tiempo he escrito poquísimo. Pero el año 2009 se ha llevado la palma; tanto es así, que he llegado a temer muy seriamente ante la posibilidad de que el manantial (que otrora considerara inagotable) se seque para mí mucho antes de lo que esperaba.

Lo que tenga que pasar, pasará. En cualquier caso, y aunque no dependa de mi voluntad, no me rendiré fácilmente. Por lo pronto, durante las últimas semanas me he refugiado muchísimo en la música y he leído y releído textos magníficos que otros escribieron. Ya daré buena cuenta aquí de algunos de ellos.

En fin, no puedo en esta primera entrada de MMX dejar de agradeceros a quienes compartís conmigo este carril volátil vuestra complicidad y vuestro aliento. Me viene ahora el recuerdo de unos versos que escribí hace 25 años: "En toda ausencia, en toda voz, / en todos mis silencios os halláis".

En realidad, lo sabéis, vuestra amistad es lo único que el silencio no puede arrebatarme.

7 comentarios:

Virginova dijo...

Amigo: conozco ese silencio y te comprendo de manera muy cercana.

La fuente no se agota..., cambia de lugar, juega al escondite como juegan los niños. Nos invita a ser descubierta de nuevo con inocencia y frecura.

Y ese silencio tan brutal, es necesario y está pleno, aunque, a veces, dé la sensación de vacíedad (pura apariencia.

No hay que rendirse jamás en lo creativo, en el sentido de "tirar la toalla"; pero es bueno rendirse, en el sentido de abandonarse a ese silencio primigenio: dále tu confianza y él te regalará el recuerdo de lo nuevo, guiando tus manos...

Un abrazo enorme: a ver si quedamos para tomar un café y ponemos unas cuantas notas musicales entre silencio y silencio con nuestra tertulia.

Agradecida de haberte vislumbrado en mi vida y con el anhelo de ampliar nuestra amistad con más momentos compartidos.

José Manuel dijo...

Joder, Sebas, menudo careto; pareces un marciano. En fin, supongo que no hay que agobiarse con esas fases de esterilidad creativa, porque ése es el verdadero problema, esa sensación de estreñimiento emocional que nos aturde hasta no ser capaces de hilar una frase escrita, ni de encontrar razones para intentarlo siquiera. Muchas veces todo vuelve a lo suyo de forma inesperada, cuando los sentimientos se desbordan o algún acontecimiento desemboza las toberas literarias, porque para algunos la necesidad de escribir es como la de cagar, lo más natural del mundo, y ni siquiera hay que proponérselo. Si acaso de vez en cuando un supositorio de glicerina o, como tú dices, alguna lectura estimulante, a ver si se te va ese color verdoso. Nos vemos.

Pedro López Martínez dijo...

Bienregresado o bienvuelto, Sebastián!
La verdad es que ya estaba un poco harto de toparme con eso de que el castellano es un latín bellamente estropeado (yo le hubiera llamado evolución, sin más, porque la lengua es un ser vivo que nace, crece y a veces se reproduce para mejor morir), además de que ésta es una afirmación que pertenece al año pasado (con todos mis respetos para una mujer poeta encantadora como pocas, léase mujeres, léase poetas).

Salud, y feliz año nuevo!

Sebastián Mondéjar dijo...

Gracias, Virginia. Esta vez eres tú quien me deja sin palabras, pero sumido en un silencio benigno. Tomaremos pronto ese café claro que sí. Vislumbrar..., ¡qué verbo tan bonito!

* * *

¡Lo que me faltaba a mí ahora mismo es un supositorio de glicerina! José Manuel, amigo, tú siempre tan directo..., pero tienes razón. No es mi caso (mis fases de estirilidad creativa nunca me han agobiado realmente; mi silencio ha sido, en cierto modo, 'demasiado' revelador, ¡el muy cabrón!), pero has puesto el dedo en... la llaga.

* * *

¡Joder, Pedro, qué deprisa va este MMX!Sí, la verdad es que la fracesica ya se estaba haciendo cansina. Pero a mí me hizo gracia la ocurrencia. Szymborska se refería estrictamente a la musicalidad de nuestro idioma en sus oídos. A mí me ocurre cuando escucho, por ejemplo, hablar en ruso: advierto en él la musicalidad de otras muchas lenguas bellamente 'mal habladas'.

* * *

Salud y un fuerte abrazo a los tres. Se me ocurre ahora que un día podríamos organizar un encuentro (un café, una copa, una comida, una cena) en el que nos juntemos todos los que deambulamos por aquí... y por allí.

Anónimo dijo...

Aparte de estreñimientos, escondites y musicalidades, ¿hay algo de pereza?.
Ojo, que yo pienso que uno de los derechos humanos (todavía no recogidos) es el derecho a la pereza.

Salud.

Sebastián Mondéjar dijo...

Muy bien traído, Anónimo. Si no tenemos derecho a la pereza, ¿por qué nos viene ya instalada en el disco duro? Pero no ha sido esta vez la causa, ni partió de mí; ha sido un silencio sobre el que no he tenido ninguna potestad y ante el que, sin apenas descanso, sin parar de hacer cosas y con algún que otro sobresalto emocional llevado con la dignidad que me caracteriza, me he sentido un mero espectador, una pequeña pieza de una gran maquinaria. Bien mirado, ha sido en cierto modo liberador aunque haya dejado por un tiempo de ser 'el mismo' para los amigos, que me miraban con preocupación. Pero sí, Anónimo, cuando hablamos de estas cosas solemos exagerar. Disertaciones noctámbulas aparte, no seas tan perezoso a la hora de escribir tu nombre, que me resulta muy raro no saber quién me habla ni a quién le hablo.

Anónimo dijo...

Hace tiempo que escribí lo siguiente en la Blog y luego lo quité:

“A veces no es fácil esperar por las palabras, sentarse ante el teclado e iniciar un traqueteo de minúsculo tren, de teclas cual raíles, de holas y adioses en el andén, saludos de palabras y frases. No…a veces todo queda en la metáfora, metáfora de un tren o lo que sea, y todo se convierte en un metalenguaje que habla de la imposibilidad de escribir, mientras se escribe.
Paradojas del decir…
Traqueteo del no traqueteo, trenes invisibles y tú mirándolos ir y venir sin palabras, como ausente. Pero yo hablaba ahora del tren del no decir, del no-tren de las palabras; del andén vacío de mí… Y este infame traqueteo de letras, dulciamargo, trilce…casi trilce…
Este mi tren de hoy sin estación, sin holas ni adioses, sin vagones de asientos azules, sin la arañita de Rimbaud, sin rasguños de mejillas ni pequeñas indiscreciones. Casi sin tren, casi trilce…casi nada.”

Con el escrito anterior me refería a que hay días, temporadas enteras, en las que no estamos inspirados. Supongo que le ocurre a los escritores, pero a quienes no lo somos y escribimos porque sí, en nuestro Diario o en una Blog, también hay momentos en que no nos sale nada de provecho, en que apenas escribimos, en que nada de lo que escribimos lo vemos bien ni con sentido.

Hablaba de la falta de traqueteo de los dedos y la mente, de la imposibilidad de escribir algo a derechas, algo que nos agrade, algo que podamos considerar bueno. A veces es un día o dos, otras, son semanas o más…pero la inspiración siempre vuelve, como en el cuadro de Romero de Torres, a señalarnos el camino. No hay que decaer, especialmente cuando se es un buen escritor; pues supongo que a ellos les ocurre y, al cabo, es su trabajo. Si nos ocurre a quienes traqueteamos cualquier cosa de vez en cuando, máxime a ellos. Quien es bueno escribiendo, lo es siempre; aunque alguna temporada, más corta o larga, no se sienta asistido por las musas, por el corazón o por la mente, y desprecie todo lo que hace.
Las circunstancias vitales son importantes. No siempre es fácil escribir desde la desgracia, el desespero, la desazón, el cansancio existencial. En ocasiones parece que nos ajamos, que nuestra creatividad se viene abajo y que nada de lo que escribamos tendrá sentido. Leemos lo que hacemos, no nos gusta. Escribimos algo, lo borramos. Lo intentamos arreglar, no prospera. Seguimos insistiendo y no hay caso. A veces es sólo un día, una semana. Otras veces es más tiempo, pero el traqueteo siempre vuelve a darnos su cosecha de palabras, su creativo ser de frases y versos enlazados, su tren de palabras reconfortantes.

Es como la naturaleza muerta con tablero de ajedrez de Baugin: el tablero descansa, está cerrado y absorto, solitario y silente. Pero desde el momento que se llene de piezas y que haya dos dispuestos a jugar, el tren arranca de nuevo y todo se pone en marcha. Así la inspiración, que de la nada o del “nada bueno sale de mí” se va transformando en toda una jugada que va avanzando por el tablero o el papel, llenándolo de letras y de alegría por lo escrito. Dejemos descansar la maquinaria sin angustiarnos demasiado, hagamos lo posible porque…la inspiración vuelve siempre de la mano del tren, el tren imaginario de las palabras, de las estaciones del decir y del escribir...

Solitudine

PD... Escribí todo ello en mi Blog hace unos días...y lo recordé al leerte.
Gracias y ánimo.

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