viernes, 12 de marzo de 2010

Recital de Carmen Piqueras en La Cañica



El pasado (y lluvioso) 18 de febrero me acerqué a Los Dolores de Cartagena para escuchar el recital poético que mi querida amiga Carmen Piqueras, acompañada por su hermano José Manuel a la guitarra, ofreció en la Cafetería La Cañica con ocasión del IV Ciclo "Poetílico de Divan", en su apartado Musiversando, coordinado por el poeta Antonio Marín Albalate y organizado por la Asociación Cultural Diván. A la cita acudieron también otros muchos amigos, entre los que se encontraban los poetas José Antonio Martínez Muñoz y Ángel Paniagua y el pintor cartagenero Antonio Gómez Rivelles. Fue una velada espléndida, verdaderamente amena y entrañable, en la que Carmen leyó poemas de su libro Oficios de derrota (2001), galardonado en su día con el Primer Premio de Poesía "Dionisia García" de la Universidad de Murcia, más un buen manojo de poemas aún inéditos, entre los que se encontraba este precioso homenaje a la casa que la vio crecer. En él palpita con fuerza esa Murcia que fue y que aún todos llevamos dentro. Gracias, Carmen, por dejarme traerlo aquí; porque esa casa es, en gran medida, la mía, la nuestra...

Aprovecho para ilustrar el poema con uno de los vídeos que José Manuel tiene colgados en YouTube, en el que interpreta un tema que tocó precisamente aquella noche: el aria inmortal de George Gershwin, "Summertime".

(Ahora que lo pienso..., esta entrada también habría quedado de perlas en mi blog de jazz).

* * *




LA CASA ERA ALTA Y ERA ROJA,
era una península de dichosa orografía
unida a la ciudad que sesteaba
por un istmo de casitas humildes
y algún ruinoso palacete.

Rodeada de huertos milagrosos
era la casa a su vez milagro:
de piratas navío o tren expreso,
castillo en la isla de Kirrin
o pagoda de la China.

Tenía la casa baldosas amarillas,
ventanas volanderas y paredes
por cuyo albor un sol de miel se derramaba.
Era un útero luminoso y cálido
que acogía nuestros sueños cada tarde
y nos nacía intactos con la aurora.

La casa era a veces una torre.
Vigilábamos los pueblos que dormían
indolentes al abrigo de los montes,
las acequias perezosas que quebraban
los huertos salpicados de palmeras,
faros o vigías jubilosas
que estallaban rotundas en lo azul.

Había en la casa una azotea,
patrimonio de los gatos y las sábanas
que tendidas al sol eran heraldos
de la primavera por llegar.

La casa tenía un balcón y por la tarde,
cuando abril despertaba al limonero,
en una mecedora sin brazos nos cantaba
viejas canciones del rey Balaor o de la infanta
que prefería a un reino un mirlo blanco.

La casa era buena y nos nutría,
ofrecía chocolate y pan tostado,
un brasero de picón, fragantes lápices,
cuentos en la cama y oraciones atendidas.
Y cuando al fin la calma, como un velo,
ingrávida posaba su mano en nuestros ojos
susurraba la casa su canción nocturna
de crujidos tiernos y aleteos de ángeles…

La casa era inconquistable fortaleza
que defendía nuestra infancia.


–CARMEN PIQUERAS–

* * *


13 comentarios:

carmen dijo...

Sebas, esta mañana hemos estado hablando de muchas cosas pero hay una que no te he dicho: Gracias.

Palabra que me sale a verificar: actri pero te aseguro que no hay teatro en mi agradecimiento y cariño por ti.

Sebastián Mondéjar dijo...

Gracias a ti, Carmen, por el ratico de esta mañana, por todos los momentos compartidos y por ser tan buena amiga.

Ahora que lo dices, tu rostro es muy cinematográfico y habla por sí solo; seguro que darías muy bien en pantalla. Teniendo como tienes un marido cineasta, lo raro es que no hayas protagonizado todavía una película. Dile que se lo vaya pensando y que si necesita un guionista o un ayudante de dirección, aquí hay uno disponible.

Sebastián Mondéjar dijo...

Por cierto..., ¿has conseguido ver el 'slideshow' que he colgado?

Antonio Gómez Ribelles dijo...

Es que el sentido de la casa es compartido, como otras cosas, como la lluvia en la memoria, y que últimamente acompaña nuestros encuentros.

Un gusto volver a leer el poema con la voz de Carmen en mi cabeza y con la guitarra de José Manuel.

Que siga lloviendo.

carmen dijo...

En el ordenador de mi oficina no se ve pero en la supermáquina ,que hay que tocar con guantes, de mi santo se ve precioso.
Cosas del navegador...

Blanca Andreu dijo...

Queremos vivir en esa casa roja.

José Manuel dijo...

Yo también quisiera algunos días volver a vivir en ella. A veces me pregunto si mis hijos recordarán la casa de sus primeros años -la nuestra ahora- con tanto cariño, si para ellos cada uno de estos rincones se consagrará en una imagen tan amable en su memoria como las que yo guardo -he de guardar para siempre- de aquel edificio rojo, emblema de mi infancia.

victoria dijo...

Gracias a Mamen por permitir que, al menos por un momento, sienta esa casa también mía, ¡Que delicia! A José Manuel por compartir las melodías que sin duda la albergaban y por supuesto a Sebastián que nos ofrece este rincón donde poder disfrutar del momento cuantas veces queramos.

Anónimo dijo...

¡Cómo me gusta vernos a todos juntos al abrigo de los cálidos versos memoriosos de Mamen...!

Nusquam dijo...

Mamen nos dejó unos versos memorables,sin duda!

María José Villarroya dijo...

Nunca estuve en tu casa. Ni tampoco en tu infancia. Pero tus poemas nos llevan hasta ellas con la exigencia de recuperar la ingenuidad perdida. Y la ternura con que la vida entonces nos trataba. Me llevas siempre a buscar en los bolsillos las canicas que nunca consigo encontrar... pero que al menos busco.
Me gustan mucho tus poemas. ¡Que se entere todo el mundo!

Blogger dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Blogger dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

Antonio Gómez Ribelles: 'Las lagartijas guardan los teatros' (La Estética del Fracaso, Cartagena, 2021)

  La arqueología de la memoria Aquel largo pasillo desemboca  en una habitación igual a tantas  que no existen [Manuel Padorno] También hici...