viernes, 16 de marzo de 2007

La mirada sabia


"Roma, 25 de febrero de 1957.

Las piedras de la escalinata de Trinità dei Monti.
Las hierbas entre los escalones me producen
una especie de agradecimiento."

-RAMÓN GAYA, Retales de un diario (1956-1963)-



La editorial Pre-textos acaba de publicar el Tomo V de la Obra Completa de Ramón Gaya (Murcia, 10 de octubre de 1910-Valencia, 15 de octubre de 2005), que recoge las entrevistas concedidas por el pintor a periodistas que, en gran parte, son también poetas. Digo también porque Ramón Gaya fue, además de un pintor verdadero como pocos, un grandísimo poeta y un pensador excepcional, que escribió durante toda su vida y afrontó la escritura con la misma lucidez y trascendencia con que se entregó a la pintura. Los pensamientos de Gaya parecen pinceladas en forma de palabras; sus anotaciones, cartas, ensayos, poemas, diarios, semblanzas, son también pinturas ejecutadas a pulso por su conciencia y su sentimiento de pintor. Velázquez, pájaro solitario; El sentimiento de la pintura; El silencio del arte; Tropiezo y contrariedad de la belleza; Diario de un pintor..., son lienzos, láminas, esbozos o paisajes para nuestro pensamiento con los que Ramón Gaya consigue hacernos ver.

Tal vez sea esta la mayor cualidad del arte verdadero, su fuerza más potente: hacernos ver.

Los pinceles de Ramón Gaya estaban hechos con pestañas de ojos que lo veían todo. Sus pinceladas ágiles y precisas parecen trazos de un delicado alfabeto oriental. Su sensibilidad, su carácter, su presencia, su manera de estar, eran muy orientales -más allá de lo mediterráneo, más allá de lo levantino. Parecía poseer un alma milenaria.


El mundo necesita miradas como la suya.

Por ello no me resisto a transcribir aquí íntegramente su Fragmento de un escrito inédito, en el que profundiza sobre el sentido último de la creación artística, recogido en el Tomo II de su Obra Completa. La editorial Pre-textos me perdone. Al fin y al cabo, tan sólo es un fragmento.

También adjunto, como muestra de su exquisito quehacer poético, su soneto Mansedumbre de obra, en donde reflexiona magistralmente sobre esa cita íntima del pintor con su obra y nos confía de nuevo una enseñanza sin duda extrapolable a cualquier modo de creación.


* * * * *


Fragmento de un escrito inédito


Puede, eso sí, juzgarse lo que hacemos, pero no lo que somos –y aquí es donde se encuentra el nudo de la cuestión–, pues la verdad es que la poesía, la música, la pintura, la escultura, no son en absoluto, como se ha dado por descontado siempre, actividades, las muy bellas y elevadas actividades de ciertos seres de excepción –los artistas–, sino inactiva, pasiva naturaleza carnal, animal, del hombre… común.

No haber visto, no haber comprendido el carácter “común” del arte creador, del acto creador, es lo que más contribuye a desviarnos de su naturaleza verdadera, de su verdadera identidad, de su razón de ser, ya de por sí escondidas y misteriosas. El arte ha sido visto siempre como la meritoria inclinación de unos cuantos –de esa clase especial de hombres que llamamos artistas– y se supone que esa clase de hombres se desvive por componer unas sonatas, escribir unos poemas, pintar unos cuadros; que se las ingenia como puede para fabricar unas “fantasías”, unas “bellezas” con las cuales pagar las ansias de esos otros que llamamos gustadores, amadores, consumidores; todo sucedería, pues, dentro del más perfecto mecanismo económico-social de la oferta y la demanda.

Pero la realidad de verdad es muy otra.; la creación artística no es un asunto personal del artista creador, ni un asunto privado entre el artista creador y el gustador o consumidor de su obra, mas tampoco se trata de nada… social, general; lo “común” de la creación no tiene ningún estrecho carácter… socialista, sino extensamente humano.


La poesía, la música, la pintura, han sido siempre realizadas por unos pocos, sí, pero en nombre de todos. Si se hubiese tenido en cuenta que el arte creador –no el arte artístico, ya que éste si va destinado y dado a un público– no se ha hecho jamás para unas gentes, sino en lugar de ellas, nos habríamos evitado tanta palabrería sobre arte social, o minoritario, o revolucionario, o aristocrático, o burgués, o puro, o útil, o… moderno. El arte creador, hacedor de criaturas, no se dirige a nadie ni a lugar alguno conocido; podría decirse que la creación no va a ninguna parte, sino que… viene, viene de muy lejos y muy dentro hasta alcanzar una superficie real, de la realidad. Es sumamente tonto decir que la obra de Miguel Ángel se hizo al servicio de unos papas o la de Velázquez al servicio de unos reyes; Juan Van Eyck, por ejemplo, pudo él mismo, de buena fe y con ingenua modestia, pensar que trabajaba para unos comerciantes, pero hoy sabemos que no es verdad; el retrato de los esposos Arnolfini fue emprendido, no por honesto y vil encargo, sino porque necesitaba urgentemente pintarse, realizarse; pero no se trataría de una necesidad de los Arnolfini y tampoco de una más extensa necesidad medieval, histórica, ni siquiera de una íntima necesidad del pintor como pintor, del artista como artista, sino de una primaria y tiránica energía del hombre como especie pura, bruta. Escuchar esa voz originaria, antigua, perenne, sustancial, esencial, y obedecer a ella, es lo propio del creador, pero la verdad es que esa voz suena para todos, y lo que pide –porque viene a pedir, a exigir–, nos lo pide a todos; no es una voz especialmente destinada a los artistas creadores, sino una imperiosa voz que suena para el oído total humano, aunque sea, eso sí, oscura, subterránea, que se oye apenas. Es entonces cuando el creador –ese vívido hombre común a quien después llamaremos creador– da un paso decidido, decisivo, hacia delante, y se destaca a pesar suyo de los demás, de todos esos demás que también son creadores, pero creadores mudos, sordo-mudos; es entonces cuando, pasivamente, el creador se decide a tomar en sus manos la enigmática acción creadora. Pero lo que hace no lo hace para sí –¡qué tontería!–, ni para los otros, sino porque… tiene que ser hecho sin remedio, porque ha de estar haciéndose continuamente, y los demás, al parecer, viven distraídos, ofuscados. No es tanto que Fidias, Juan Van Eyck, Miguel Ángel, Cervantes, Velázquez, San Juan de la Cruz, Shakespeare, Rembrandt, Mozart, Tolstoi, hayan hecho esas obras que sabemos, como que nosotros, los demás, los demás comunes mortales, hemos dejado de hacerlas; aceptando ellos, humildemente, pasivamente, ser los autores de esas obras –esas obras que no son obras, sino criaturas–, nos han dispensado de tener que llevarlas a cabo nosotros, ya que se han prestado a realizarlas en su propio nombre y en el nuestro, pues en esos instantes impersonales de la creación, de la creación absoluta, nos representan.


Ramón Gaya
España, 1983


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Mansedumbre de obra


Acude entero el ser, y, más severa,
también acude el alma, si el trazado,
ni justo ni preciso, ha tropezado,
de pronto, con la carne verdadera.

Pintar no es acertar a la ligera,
ni es tapar, sofocar, dejar cegado
ese abismo que ha sido encomendado
a la sed y al silencio de la espera.

Lo pintado no es nada: es una cita
–sin nosotros, sin lienzo, sin pintura–
entre un algo escondido y lo aparente.

Si todo, puntual, se precipita,
la mano del pintor –su mano impura–
no se afana, se aquieta mansamente.


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Si aún no lo conoces o quieres saber más sobre Ramón Gaya, haz click en este título; es un buen punto de partida: Ramón Gaya en Wikipedia: Biografía, Bibliografía, Obra Literaria...


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Ilustraciones de esta entrada: 1. Ramón Gaya a pinceladas, sobre una fotografía de Guillermo Carrión; 2. Homenaje a Takanobu (1972), de Ramón Gaya; 3. Retrato de los esposos Arnolfini (1434) de Jan Van Eyck.

4 comentarios:

Benny dijo...

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Osselin dijo...

El arte se siente como espectador. Como creador (quisera yo pensar que lo soy) das tus primeros pasos intuitivamente(porque lo sientes), luego descubres que existe un nexo conceptual conforme vas avanzando; luego descubres que ese nexo conceptual , corresponde al al mirada propia; Más tarde necesitas expresarte, mostrar tu obra a los demás pero también dar a entender de donde vienes y a donde vas y entonces aparece una nueva semántica de la realidad. Así yo llamo a mis obras fotopoemas y obedecen al lema de extraer abstracción de la realidad en el color y a dar un tratamiento onírico al blanco y negro acompañando títulos sugerentes de carácter poético.

Anónimo dijo...

Hola Sebastian,soy Pedro, nos conocimos el otro dia en la grabacion del programa de tv en el hotel el corzo, nos presento veronica, me encanta tu pagina, y me ha sorprendido ver que te gusta ramón gaya, casualidades de la vida hace unas semanas hice un grabacion sobre un soneto de gaya, he descubierto hace poco como escribe, y me ha parecido muy interesante, y no me decidi a enfrentarme al reto de ponerle musica a la propia musicas de sus palabras, la aventura ha sido increible, me gustaria que la oyeras, le dire a vero que te la pase.

un saludo

Anónimo dijo...

soy el chico de antes, pedro, es que como es la primera cez que escribo algo en un blog no se muy bien como va esto mi dire por si te apetece responder es pedroggambin@hotmail.com

un saludo

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