Cartel de Isidro Ferrer
MI PASO POR LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID
CRÓNICA Y LARGA ESTELA DE UN VIAJE FUGAZ
AL CORAZÓN DE LA ESPAÑA LITERARIA
I
Visto y no visto. Misión cumplida.
Si uno, como hombre, se siente ya pequeño e insignificante, cuando no invisible, en una ciudad como Murcia (no aspiro a nada más; yo no provoco el mundo: el mundo me provoca), imaginadme además como poeta y como músico en la Feria del Libro de Madrid...
En un mensaje reciente, citando oportunamente uno de mis un1versos, mi amigo Miguel Ángel García "Monda", guitarrista, me decía, : "Si a los libros se va como a los bosques, ir a la Feria del Libro de Madrid debe ser algo así como ir a la selva del Amazonas."
Hace casi treinta años, haciendo la mili, apunté: "En Madrid hay más de todo. Estamos repetidos. Todo está repetido (unas mil veces) en Madrid".
Pues bien: las cosas, raras veces son lo que parecen; y mucho menos lo que uno espera; debemos aguardarlas, e incluso desearlas, también como posibles pérdidas, como merma añadida que nos hará infinitamente más prósperos y felices, más livianos, también más insumisos. “Todo es menos”, dejó dicho Juan Ramón. Porque “menos es más”, less is more, según la máxima del minimalismo creada por el filósofo y crítico de arte Richard Wollheim y popularizada por el arquitecto Ludwig Mies van der Rohe.
Escribiendo sobre esto no pretendo alardear de lo que soy, porque no lo soy; ni siquiera modesto, ni siquiera prudente. Me limito a vivir (¡qué verbo tan bonito!). Y el sólo hecho de viajar de nuevo a Madrid para asistir a su Feria del Libro ha sido para mí una vivencia insólita y una aventura imprevisible de principio a fin.
Os cuento...
Hace casi treinta años, haciendo la mili, apunté: "En Madrid hay más de todo. Estamos repetidos. Todo está repetido (unas mil veces) en Madrid".
Pues bien: las cosas, raras veces son lo que parecen; y mucho menos lo que uno espera; debemos aguardarlas, e incluso desearlas, también como posibles pérdidas, como merma añadida que nos hará infinitamente más prósperos y felices, más livianos, también más insumisos. “Todo es menos”, dejó dicho Juan Ramón. Porque “menos es más”, less is more, según la máxima del minimalismo creada por el filósofo y crítico de arte Richard Wollheim y popularizada por el arquitecto Ludwig Mies van der Rohe.
Escribiendo sobre esto no pretendo alardear de lo que soy, porque no lo soy; ni siquiera modesto, ni siquiera prudente. Me limito a vivir (¡qué verbo tan bonito!). Y el sólo hecho de viajar de nuevo a Madrid para asistir a su Feria del Libro ha sido para mí una vivencia insólita y una aventura imprevisible de principio a fin.
Os cuento...
Tomé el Talgo Cartagena-Madrid, que llegó con algo más de diez minutos de retraso, a las 9:55 del pasado viernes día 30 en la Estación del Carmen. Durante el trayecto releí, arrebatado, Fiesta de disfraces, el fascinante último libro de Alexis Díaz-Pimienta, ganador, como sabéis, del I Premio Internacional de Poesía "Los Odres", e intenté también dormir un poco, pues la semana había sido francamente dura a causa de una extraña gripe que me tuvo zombi varios días. Pero estaba feliz y me sentía con fuerzas suficientes para afrontar la travesía.
Llegué a la Estación de Atocha alrededor de las 14:00 horas y llamé por teléfono a mi ángel de la guarda en Madrid, el guitarrista y violinista Juan Pablo Muñoz Zielinski, gracias a cuyas certeras indicaciones pude ir caminando hasta el hotel, que estaba verdaderamente cerca. De poco me sirvió mirar antes en un plano los escasos recorridos que habría de hacer, pero acerté en los tiempos y en las previsiones y me dió gusto comprobarlo, cansado como realmente iba. Eso me hizo más feliz todavía.
Me instalé en el hotel y llamé a Alexis. "¡Hola, poeta, me ha recogido un amigo del aeropuerto y estoy en su casa tomando unas cervezas! ¡A las tres nos vemos en la puerta del hotel!", me dijo. "Tantearé la zona mientras tanto para ver dónde podemos comer", le dije yo. Estaba realmente hambriento.
Bajé a la calle y vi que justo enfrente había una cafetería-restaurante que, con respecto al escalafón de nuestro hotel, no recibiría por parte de la Guía Michelín ni una punta de una de sus cuatro estrellas. Pero allí que me fui (precisamente por eso). Lo regentaba un venezolano y ninguno de sus trabajadores era español. Pedí una caña y me pusieron una caña y dos bacaladillas recién hechas. Lo agradecí con el alma y el estómago. Vi a unos clientes devorando un pollo al horno con patatas que tenía una pinta excelente y decidí que aquel era un buen lugar para comer.
Miré la carta: 8 € el menú.
(Continuará)
1 comentario:
A mí, las ciudades demasiado grandes me intimidan aún, no hemos de olvidar que soy de pueblo y que probablemente siempre lo seré. Para mí, decir madrid es pensar en una película de Paco Martínez Soria, o en un enredo de Berlanga. Por eso me ha gustado ese verso sobre Madrid, tan sencillo y contundente, "En Madrid hay más de todo". Pero sospecho -y no hay despecho en la sospecha- que desde hace algunas décadas Madrid es más provinciana que muchas ciudades periféricas.
Te animo a seguir contando tu interesante peripecia capitalina y feriante.
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