martes, 15 de diciembre de 2009

"Un latín bellamente estropeado"



Sí, amigos. "Un latín bellamente estropeado". No quería dejar de traer aquí esta frase. Con ella describía nuestro idioma la poeta polaca Wislawa Szymborska (Kórnik, 2 de julio de 1923; premio Nobel en 1996) en su estimulante y lúcida última entrevista, concedida al periodista Javier Rodríguez Marcos para El País [fue publicada el pasado sábado 5 de diciembre en el suplemento Babelia] merced a la influencia del director del Instituto Cervantes en Cracovia, Abel A. Murcia Soriano, poeta a su vez y traductor, junto con Gerardo Beltrán, de la mayor parte de la obra de Szymborska editada en España. La más reciente acaba de aparecer en Bartleby Editores y se titula Aquí.

Así que aquí os dejo una muestra.

* * *



Vermeer

Mientras esa mujer del Rijksmuseum
con esa calma y concentración pintadas
siga vertiendo día tras día
la leche de la jarra al cuenco
no merecerá el Mundo
el fin del mundo.


* * *

Wislawa Szymborska. Aquí.

Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano.
Bartleby. Madrid, 2009.]


NOTA: La imagen de Wislawa Szymborska es una recreación sobre una de las fotografías de Witold Krassowski aparecidas en Babelia el pasado 5 de diciembre. El cuadro, obviamente, no es otro que el que inspiró el poema: "Mujer con jarro de leche", de Johannes Vermeer (1632-1675).


5 comentarios:

carmen dijo...

Qué belleza de poema!

"No merecerá el Mundo
el fin del mundo"

Que belleza!

Sebastián Mondéjar dijo...

Sí, Carmen, el poema es bellísimo, y tanto más bello por la sencillez, la claridad, la lucidez de la reflexión, que verdaderamente consigue detener el mundo y, por tanto, su ruina...

No sé si leíste la entrevista, pero aquí te dejo otros dos poemas de Szymborska. Creo que te van a gustar.


* * *


BAJO UNA PEQUEÑA ESTRELLA


Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.


[Versión de Abel A. Murcia]


* * *


LAS CARTAS DE LOS DIFUNTOS


Leemos las cartas de los difuntos como impotentes dioses,
pero dioses a fin de cuentas porque conocemos las fechas posteriores.
Sabemos qué dinero no ha sido devuelto.
Con quién se casaron rápidamente las viudas.
Pobres difuntos, inocentes difuntos,
engañados, falibles, ineptamente precavidos.
Vemos los gestos y las señas que hacen a sus espaldas.
Cazamos con el oído el rumor de los testamentos rotos.
Están sentados frente a nosotros, ridículos, como en panecillos con mantequilla,
o se echan a correr tras los sombreros que vuelan de sus cabezas.
Su mal gusto, Napoleón, el vapor y la electricidad,
sus mortales curas para enfermedades curables,
el insensato Apocalipsis según San Juan,
el falso paraíso en la tierra según Juan Jacobo...
Observamos en silencio sus peones en el tablero,
sólo que tres casillas más allá.
Todo lo previsto por ellos salió de una manera totalmente diferente,
o un poco diferente, es decir, también totalmente diferente.
Los más diligentes nos miran ingenuamente a los ojos,
porque hacían cuenta de que encontrarían en ellos la perfección.


[De "Si acaso" 1972
Versión de Abel A. Murcia]

* * *

Ángel Paniagua dijo...

Ya me pareció extraordinario lo poco que pude leer cuando lo estuve hojeando hace un par de semanas en la librería, a ver si para reyes cae, porque aunque pelín caro (lógico si se piensa que hay que pagar los derechos al editor polaco, a los traductores, etc...)merece mucho la pena.

carmen dijo...

Dios Santo! Juraría que "Bajo una pequeña estrella" lo he escrito yo. Ojalá.

Sebastián Mondéjar dijo...

Hombre, Ángel, qué sorpresa. ¿Qué tal el bolo del viernes en Cartagena? Genial, seguro... ¡Mándanos algunos de los poemas que leíste a los que no pudimos estar allí!

Sí..., a Szymborska hay que tenerla en casa. Es como tener un hada buena, siempre sabia, siempre lúcida y sincera. Hoy más que nunca la poesía necesita de poetas como ella.


* * *

Carmen, sabía que te gustaría, que te identificarías con ella. A mí también me pasó: al leer ese poem< me acordé de ti.

Seguiremos compartiéndola...

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